Encendido de Torres del Mediterráneo por los Derechos Humanos

Eivissa, 27 de enero de 2025.

Manifiesto:

Ya hace nueve años que, a través del Encendido de torres, atalayas y talaiots, damos voz y luz a todas aquellas personas que ponen en riesgo sus vidas huyendo de la desesperación, la violencia, la persecución y la injusticia.

En 2024, miles de personas han seguido sufriendo violaciones de derechos humanos en su intento de llegar a la otra costa. Lejos de mejorar su situación, han sufrido el dolor añadido de ver como los gobiernos de la Unión Europa y la propia Unión Europea, adoptan políticas que aumentan el riesgo de vulneraciones de derechos humanos para las personas que buscan llegar a Europa. Manifestamos preocupación por cómo, en el marco de la implementación del Pacto Europeo de Migración y Asilo, se corre el riesgo de consolidar posiciones orientadas a reforzar cada vez más el modelo de la Europa Fortaleza y hacia una externalización de fronteras que nos embrutece como sociedad.

Estas personas han sido privadas de sus derechos inalienables consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos y la legislación internacional que la desarrolla. Derechos que todos y todas tenemos por el mero hecho de nacer: el derecho a circular libremente, a salir de cualquier país, incluso del propio, y a buscar asilo y obtener protección en caso de huir de la persecución y de vulneraciones de derechos humanos.

Las personas migrantes se ven obligadas a atravesar el Mediterráneo o el Atlántico hacia Europa en condiciones precarias y peligrosas, que conducen en muchas ocasiones a la muerte. De hecho, durante el año 2024, según la Organización Internacional de las Migraciones, al menos 2.140 personas han perdido la vida o desaparecido en la travesía de este mar que se ha convertido en la fosa mortal de Europa.

En el caso de las mujeres, están más expuestas a graves violaciones de derechos humanos, como por ejemplo el tráfico de personas, especialmente con finalidad de explotación sexual, o bien a huir pasando por países donde pueden sufrir otras formas de violencia de género, incluida la violencia sexual.

Los niños y niñas que viajan solos tienen que recibir una atención especial debido a su situación de especial vulnerabilidad. Los gobiernos tienen que asegurar la protección efectiva, velar porque se aplique el principio de no devolución y que se tenga en cuenta su interés superior. No obstante, vemos con estupor como se incumplen sus derechos y proliferan mensajes de odio que deshumanizan estos niños y niñas.

La gravedad de estas violaciones de derechos humanos básicos se ha visto afectada por los discursos que intentan dividirnos apelando al miedo, el prejuicio y el odio. Unos discursos que no son inocentes, sino que pretenden atacar ciertos grupos de personas y culpabilizarlas de los problemas sociales para distraer la atención de sus verdaderas causas y, por tanto, de sus verdaderas soluciones. La violencia discursiva ha generado una cultura del odio que supone también consecuencias para toda la sociedad: perpetuación de prejuicios, estigmatización, deshumanización, división y violencia.

Sin el respeto a los derechos humanos, como sociedad corremos el riesgo que la deriva actual nos desarme de los referentes necesarios para convivir con dignidad. Combatir estos discursos está en nuestras manos desde la posición que ocupamos en la sociedad. Tenemos la responsabilidad compartida de fomentar el respeto, la convivencia y una cultura de la solidaridad, para garantizar sociedades democráticas y pacíficas, y exigir a las autoridades que lo hagan.

A pesar de todos los obstáculos que se interpongan en el camino, por muy oscuro que este sea, la luz de la llama tiene que permanecer allí, brillando, encendida, como símbolo de esperanza para toda la humanidad.

Esta llama que nos mantiene en pie y con fuerza para luchar por el cese de las violaciones de los derechos humanos en todo el mundo. Depende de nosotros y nosotras mantenerla encendida, así que luchemos para que así sea siempre.